Lecciones de la historia
La historia ofrece sus lecciones, aplicables al contexto actual, especialmente al escenario de la ciberseguridad.
En este caso, mi atención se centra en la arquitectura militar, a menudo objeto de fascinación a lo largo de los siglos. Como italiano residente en el centro de Italia y apasionado de la historia militar, tengo el privilegio de poder visitar a menudo castillos medievales que han conservado su estructura y que aún infunden temor a quienes los miran desde el exterior.
Cuando pensamos en una fortaleza, nos vienen a la mente imponentes muros de piedra, majestuosas torres y una aparente impenetrabilidad.
La piedra es un símbolo unívoco de solidez defensiva, y el perímetro de las murallas un baluarte de protección total.
Una simbología que se ha trasladado al sector de la ciberseguridad, donde cada día se libra una encarnizada batalla por la salvación de la civilización digital.
La evolución tecnológica se caracteriza por unos perímetros que hay que defender en un desafortunado y «vano» intento de proporcionar arquitecturas impenetrables. Muchas empresas y numerosos profesionales del sector han recurrido a menudo a estas simbologías, asociándolas a soluciones tecnológicas capaces de construir estructuras de defensa perimetral. Pero prestar atención a los matices puede permitirnos comprender diferentes significados.
De hecho, es preciso subrayar que en la base del éxito de las fortalezas defensivas no solo estaba la solidez de la piedra, sino también la destreza y la organización de los seres humanos que se movían sobre esos muros. La arquitectura de estos baluartes defensivos estaba diseñada para realzar el papel del factor humano.
La Gran Muralla china: símbolo de resiliencia y estrategia humana
La Gran Muralla china es quizás la más icónica de todas las fortalezas.
Construida a lo largo de miles de kilómetros, esta obra arquitectónica no era solo una muralla contra posibles invasores, sino un complejo sistema defensivo. Cada atalaya y segmento estaban diseñados para maximizar la capacidad de las guarniciones para defenderse eficazmente.
Más que un simple obstáculo, la muralla era una red de comunicación, un sistema para transferir rápidamente tropas e información. Los centinelas, con su capacidad de comunicarse entre torres, eran los ojos y oídos de la muralla, al hacer que fuese viva y reactiva.
Más allá de la solidez de las murallas
Por otra parte, en la antigüedad, ya existían numerosas armas y técnicas para derribar o superar las murallas. De las ballestas a los trabucos, de los arietes a las catapultas, pasando por los túneles excavados bajo los cimientos y las torres de asedio. Quizá no todo el mundo sepa que ya existían armas incendiarias, como los primeros tipos de «fuego griego», capaces de provocar devastadores incendios que podían destruir las estructuras de madera de las fortalezas o simplemente sembrar el caos entre los defensores. Por no hablar de los recipientes explosivos, contenedores llenos de materiales inflamables, metralla y otras sustancias peligrosas que se lanzaban contra las murallas enemigas o por encima de ellas. Por último, las minas, colocadas en los túneles excavados bajo las murallas.
Por esta razón, una fortaleza bien diseñada no se basaba únicamente en la resistencia material de sus muros, sino en la estrategia que había detrás de su defensa. Las murallas formaban ángulos y estaban estructuradas para proporcionar cobertura y ventaja a los defensores, y las torres ofrecían elevados miradores que permitían a los centinelas divisar a los enemigos desde lejos y coordinar las maniobras defensivas. Las fortalezas también estaban equipadas con pasadizos secretos y pasarelas internas que permitían a las tropas moverse rápidamente y contraatacar o repeler a los asaltantes.
El ser humano: el verdadero elemento defensivo
Más allá de la arquitectura, el hombre era el verdadero elemento defensivo. Una guarnición bien entrenada, bien alimentada y bien motivada podía resistir largos asedios, repeler numerosos asaltos e incluso contraatacar con éxito. La historia está llena de ejemplos de fortalezas que han resistido no gracias a las murallas, sino gracias a la determinación y estrategia de sus defensores.
Las antiguas murallas, los cortafuegos actuales
Por lo tanto, podemos afirmar que, si bien las murallas y las torres son a menudo los símbolos más visibles de las fortalezas, la verdadera fuerza reside en las personas detrás de ellas. La ingeniería y la arquitectura proporcionaban las herramientas, pero era la estrategia, el entrenamiento y el coraje de los defensores lo que convertía una simple estructura de piedra en un baluarte impenetrable.
La comparación entre las antiguas murallas de piedra y los sofisticados cortafuegos actuales puede parecer algo insólito, pero en su núcleo hay lecciones temporales y universales.
Desde los albores de los tiempos, la defensa eficaz siempre ha sido una simbiosis entre tecnología y humanidad. Cada baluarte, ya sea físico o digital, es tan fuerte como la vigilancia, la formación y la determinación de quienes lo custodian. En una época en la que las amenazas cibernéticas son omnipresentes y cada vez más sofisticadas, invertir en la resiliencia humana, en la formación y en la conciencia resulta no solo sabio, sino esencial.
La lección que nos ha dado la historia nos invita a reconocer y valorar el «factor humano» como el mayor activo en la defensa del mundo tangible y digital, y a apreciar las lecciones grabadas en las piedras de las antiguas fortalezas que aún dominan los paisajes de nuestro glorioso pasado.
Y eso es lo que hacemos todos los días en Cyber Guru Italia